Entrega

Ya le hemos puesto
un rostro
a esas caricias
que anhelamos juntos,
a través de nuestras vidas,
cuando tu buscabas
y yo presentía.

Ya no volveremos
a sentir la angustia
de creer querer
sin decir un nombre
al entregarnos.

Ya no volveremos
a viajar
sin saber que vas conmigo
y yo contigo
porque estando lejos
nos sentimos,
nos llevamos.

Hemos encontrado
esa tibieza,
que los consentidos
como nosotros,
necesitamos.

Tú en otoño
yo en invierno
en ese largo y frio país
que será nuestro
aunque ya nunca más
volvamos a pisarlo.

Nos juntamos
un cálido verano
en este país extraño,
preguntándonos
¿por qué aquí?
¿cómo?

¿Cómo es que
no nos conocimos
cuando vivimos ambos
en una misma área
por más de 30 años?

¿Cómo es que
no nos vimos
sin que tu mirada
suspirara en la mía?

Ni tu oído había
escuchado aquí
en mi pecho.

Ni mis manos
te habían recorrido.

Ni el canto
de tu boca
me había arrullado.

Ni nuestros aromas
de amor
se habían aún mezclado.

Ahora, nuestros cuerpos
se han regocijado
y nuestros sentidos
están conscientes
al entregar eso,
que habíamos guardado,
haciéndonos
a ti, todo un hombre
a mí, una mujer completa.

Mi entraña duele
al pensar en tu mirada
y todo mi ser se dilata
cuando me buscas
en tu almohada.

Y repetimos
yo tu nombre
y tu el mío
como queriendo
plasmarlos
en este beso eterno
que es la rítmica
cadencia
de nuestro amor.

Tu sabías
y yo sabía
que alguna vez
en una remota bisagra
en el espacio
le pondríamos nombre
a estas caricias
que tu y yo, amor,
por fin
estamos dando.