(Octubre, 1977)
Yo sería capaz
de preguntarles…
¿Quién sería valiente
y lo diría?
Mirándolo a la cara
decirle lo siguiente:
Te he escuchado
hablar tu verborrea,
tu bla, bla, bla,
una diarrea
de palabras conjuntas,
agrupadas
en un sin fin de macabra
sin razón.
Ay, como te oigo
y no te escucho.
Ay, como he tocado
(si me atrevo)
y no te siento.
Es que te miro,
te miro, y no te veo.
¿Dónde has estado
toditos estos años
de casados?
Por ahí,
por burdeles y cafés,
secretarias,
compañeras de trabajo
te han sacado más que yo.
¿Qué maldita ley me trajo
a esta mala ligazón?
Anulada por tu raza
de machista.
Pretendiendo
que me privas la razón
y me rio, y me rio
de tus tontas
y engreídas
pretensiones de varón.
Si, tu podrás
tomar el fono
y avisar que no vendrás
pero. . .
¿has pensado que aquí dentro
yo te guardo un gran desprecio?
¿Y qué recipiente pretendo
ser de tu gran pasión?
Que pobre tipo
me digo,
cuando jadeas en flor.
En qué valor
tú te tienes
y no das ni comezón
¡Qué hombre unilateral!
¿Qué ontología te aguanta?
Vete no vales la pena
o quédate
me es igual.
Si, yo seré capaz
de preguntarles…
¿Quién será valiente
y se lo dice?