El Juego que hay que Jugar

(Septiembre 1977)

Yo he seguido el juego
lo confieso.
Perfumada y con adornos
he esperado que el de turno
aparezca en el umbral.
El saluda a mi padre
y a mi madre
y correcto, una venia
para allá.
La empleada, modosita
se sonríe
y mi perra pestañea
sin chistar.
En su auto
(que se paga en 5 años)
un silencio,
el punto cero
de la cita semanal.
El me lleva primero
a la Kim Novak
que acaricia
a William Holden
¿Teatro Rex?
¿O sería a esa otra,
la francesa,
con sabor a
detectives Rififi?
Luego al cóctel
a Las Brujas
y a bailar.
O si andaba
con más plata
hasta comer.
Eran horas y horas
de una lata
que se oye
y se más oye
y no se escucha
y se pone seria cara
de entender.
Fascinado se quedaba
en mi silencio,
le agradaba
una mujer tan educada
cómo debe una latina
comprender.
Mientras él se repetía
ingenuidades.
Que sería un ingeniero
y profesor
y que luego, tal vez,
unas hectáreas
y tener un inquilino
que explotar.
Yo, mi cara de póker
muy calada,
estudiaba muy atenta
a los demás.
O pensaba que mañana
muy temprano
ya me iría a La Estrella
a enseñar
y planeaba,
sin decir una palabra
una clase para niños
sin escuela, en esa
población.
O una charla
a la mujer embarazada
que tenía a cinco cabros
en la pieza
y un marido que no iba
a trabajar.
Si eran muchos los traguitos
comenzaba,
con malicia, la mente
a divagar. . .
Yo miraba fijamente
a mi galán
y con cara
de inocente señorita,
lo vestía y desvestía,
imaginando
una fiesta horizontal.
Hasta ahora no he sabido
que pensaba
cuando íbamos de vuelta
para casa.
No trataba de abrazarme
o de besarme.
Muy correcto me dejaba
en mi casita,
proponiendo otra cita más allá.
Me decía que yo era
inteligente
que conmigo daba gusto
conversar.
Y así como este pobre
eran toditos,
empleado, estudiante
o militar.
Cuando alguno se arriesgaba
como mucho
a bailar más apretado
o hasta besar,
le bastaba una mirada,
un gestito,
(que una emplea,
coquetona,
aquí en confianza,
para ver si un galán
se le propasa)
Pero no, nada pasaba.
Juro y re juro.
Pero el domingo,
con vergüenza,
al curita,
se lo iba a confesar.

Todos ellos se han casado
y engordado.
Han criado una parvada
de niñitos.
Sus mujeres, muchas veces,
los engañan
Y ellos buscan,
por su parte,
sucursal.
¿Seguirán conversando
de lo mismo?
Ya pelados,
con barriga
y abogados.
¿Cambiarían su manera
de pensar?
Ya bomberos,
coctelitos
y entremeses
¿O serán como siempre
de aburridos?
Ya masones
club de golf
y aperitivos
Proyectando su vidita
de burgueses
y viviendo de sus deudas
por pagar.
Si, he jugado ese juego
lo confieso,
pero ya no me dan ganas
de jugar.